Poco a poco que tenemos prisa
En la USB (universidad Simón Bolívar) existió un sistema de enseñanza de la matemática llamado MAT100, donde tu simplemente estudiabas para los exámenes, que se hacían todos los viernes. Se suponía que tenías que pasar al menos dos unidades por trimestre (en la USB se estudia por trimestre) así que una unidad en mes y medio era algo que se podía hacer. Claro, si eras un buen estudiante podías pasar más unidades, así que había compañeros que pasaban 3, 4 y hasta 5 unidades: otros no pasaban ni una unidad, y les raspaban matemática.
Ya yo iba entrando al cuarto año y todavía estaba en la unidad 17, cuando debería haber hecho las 23 unidades que me exigía la carrera. Ya para entonces los profesores se habían dado cuenta que MAT 100 era un fracaso porque tú estudiabas para pasar el exámen, no para aprender. Había quienes eran muy buenos en eso, otros no tanto. Así que sacaron paralelamente un sistema para estudiar matemáticas de la forma tradicional, con un profesor y los exámenes de la forma normal. Un amigo se dió cuenta que nunca se iba a graduar con MAT100 así que se pasó al sistema tradicional. El problema es que eso implicaba perder 1 trimestre (y 2 trimestres en la carrera porque matemática priva otras materias).
Yo le insistí que no hiciera eso porque se iba a graduar un año después (es como en el tenis, llega un momento en que si ganas un set el juego termina, pero si lo pierdes implica al menos una hora más de juego). Así que yo continué tratando de terminar matemática con MAT100: pues no pude y eventualmente me pasé al método tradicional y me gradué 2 años más tarde (también me puse a trabajar y hubo otras razones pero MAT100 fue determinante en ese retraso).
La moraleja de este cuento es que hay que hacer las cosas como mi amigo: sé honesto contigo mismo, planifica friamente para conseguir tu objetivo de graduarte y no le pares a lo que dicen los demás. A veces ir más lento termina siendo el camino más rápido.