Una fábula
Han sido convocados a una querra: puede ser que se enfrenten a un solo enemigo, o a varios. Pueden usar el armamento que decidan, los equipos que quieran, el uniforme que deseen. Deberán pelear muchas batallas, días, meses, años, quizás toda una vida. La pelea será atroz, y peligrosa. Deben protegerse lo mejor que puedan. Han sido convocados ellos dos, y comienzan la batalla. Al principio muy lentamente, en algunas épocas con mucha más ferocidad. Así permanecen muchos años. Un día uno observa al otro particularmente cansado, sudoroso, exhausto. “¿Qué te pasa?”, le pregunta. “Estoy muy cansado.”, le responde el otro casi sin aliento. “¿Por qué insistes en usar esa pesada armadura medieval, ese mandoble, ese escudo. No ves que yo tengo pantaloncillos, zapatos de goma muy cómodos y una fresca franela?”. “¿No es esta una guerra peligrosa, nuestras vidas no están en peligro, no debemos protegernos lo mejor que podamos?”, preguntó el otro intrigado. “¿Por qué? ¿No te das cuenta que todos estos años hemos estado jugando un inofensivo juego de ping-pong?”.