Me siento como si hubiese intentado suicidarme… y sobreviví…
Me siento como si hubiese intentado suicidarme…
y sobreviví.
Huía de mi peor pesadilla para descubrirme en una peor.
Hogar dulce hogar, no huyas de él,
no bajes del barco, o atente a las consecuencias.
Pero… un piano te puede caer en la cabeza al salir de tu casa.
O al otro lado del mundo.
Así que mejor sal de la casa… si tienes que hacerlo.
Si no puedes ver la luz… abre la ventana.
No cierres la puerta, o no podrás escapar.
No hay caminos largos, sino pies cortos.
No hay cima que no pueda ser alcanzada,
horizonte que no pueda ser vencido,
océano que no pueda nadarse.
Solo decepción, frustración, o la tristeza…
La tristeza que vence el ánimo menguado.
La luz nos alumbra a todos por igual,
pero nuestra sombra siempre es distinta.
Hay que vencer el miedo… el miedo que paraliza el ánimo…
que vence la determinación a ser feliz.
Porque hay que ser feliz aunque la pesadilla continúe.
Hay que ser pesadillamente feliz. Feliz… feliz. ¿Me permites?
¿Me das permiso de vivir?
¿Serás tan amable de permitirme respirar?
Sí, es contigo… yo.
Mi conciencia sabe perfectamente con quien hablo.
No mi subconsciente. Él se escabulle. Se escapa.
No reconoce nada que doy por sentado.
Parece un exilado que ha regresado.
No sabe nada de nada. Es un extraño en casa.
No acepta, no concede, no permite. No es con él.
Él se hace el desentendido.
De hecho habla de cosas que nosotros olvidamos.
Planifica sobre lo que descartamos.
Oye voces del pasado… no reconoce olvidos.
Para él no hay muertos insepultos…
Me siento como si hubiese intentado suicidarme… y sobreviví…