¿Era muy temprano? ¿O ahora es muy tarde?

Mi mente está a punto de estallar porque voy a llegar tarde.

Corro, corro. Me siento a esperar, vuelvo a correr. No quiero llegar ni temprano ni tarde. Quiero llegar a tiempo. ¿Es eso posible?

Nuestra vida transcurre en los momentos en que vamos o venimos de nuestros encuentros. Nuestros encuentros son buenos y nos llenan, pero lo que hace la diferencia es lo que hacemos y pensamos cuando estamos entre encuentros. Corriendo, preocupándonos, meditando o maldiciendo, malgastamos esos momentos en elucubraciones incesantes y a veces inútiles sobre el encuentro de donde venimos, y el encuentro a dónde vamos.

Me reconcilio con mis ideas,
sólo pienso en llegar,
cuáles deseos son más fuertes,
gritar o terminar.

Pero al final siempre debemos hacer, más que ver o preguntarnos que fue lo que pasó. Por eso nuestros encuentros deben ser lo importante, deben ser el centro, y aquéllos momentos, entreencuentros, deben ser breves, deben ser el inevitable tránsito o movimiento que visibiliza nuestro avance de un encuentro al siguiente. Lo importante es llegar, no nuestros gritos avisando nuestra llegada, o nuestra partida. Y si necesitamos un empujón, bienvenido sea, venga de donde venga.